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Diari de reporterisme d’un barceloní. Text, imatges i vídeos. Tot combinat en una simbiosi quasi perfecte per aconseguir que el lector pugui conèixer més i millor la realitat. Tu, lector, ets una peça clau d’aquest projecte, tindràs la possibilitat de decidir els temes que es tractin i de col·laborar en la seva producció. No deixis passar aquesta oportunitat!

dijous, 12 de desembre del 2013

10 cosas que aprendí viviendo en la calle

El pasado 17 de junio me fui a vivir a las calles del Raval con la gente más olvidada de Barcelona, los pobres. Personas desgraciadas sin casa - de desgraciados con casa también hay, y muchos- que a veces tratamos como si fueran un mimo de las Rambles. El día 24, después de una verbena homeless volví a casa. 




No me atribuyo ningún mérito, pues no lo tengo, aquí los valientes que siguen luchando cada día ya antes de que salga el sol son ellos. Claro está que algunos han dado la batalla por perdida y se han condenado a vivir esclavos del alcohol, las drogas, o el sexo. El Rock’n’Roll es cosa de ricos.

Durante esa semana vi y aprendí multitud de cosas, tantas que he tenido rollo para escribir un libro de casi 300 páginas, pero no es mi idea ametrallar ahora al lector que se dispone a leer esta introducción al libro. Hoy voy a hacer algo original (que no es otra cosa que la de volver al origen) y escribiré un “article list” de esos que ahora están tan de moda pero que existen desde hace algún milenio, cuando Dios le dio a Moisés la tabla con los 10 Mandamientos. Voy a escribir las 10 cosas que más me sorprendieron de mis 8 días en la calle.



1 Muchos pobres tienen pagas de 400, 600, e incluso 800 euros. Son muchos los que prefieren vivir en la calle a pagarse una habitación o un piso. Lejos de usar estas pagas (PIRMI, No Contributiva,…) como lo haría una persona en su sano juicio, para vivir mejor, derrochan el dinero y suele ser poco más de una semana lo que dura en sus cuentas bancarias. El que no lo tira por las máquinas tragaperras lo malgasta comprando coca o yéndose de putas a las 5 de la tarde por ejemplo. En otro extremo encontramos quiénes aprovechan este capital para conseguir sexo con jóvenes codiciosos, y que se convierten luego en prostitutos homosexuales para recuperar parte del dinero perdido.
2 La nueva droga de los pobres es Internet. Los pocos pobres que han conseguido no caer en las redes de la droga el alcohol o el sexo han terminado cayendo en la red por excelencia, Internet. Se pasan horas en las bibliotecas; algunos en sus cuentas de Facebook, otros viendo pornografía hasta que les echan, otros leyendo noticias de sus países, y la mayoría chateando con personas que seguramente jamás conocerán. Su adicción a veces llega a tal punto que los domingos, cuando las bibliotecas están cerradas, sacan dinero de debajo las piedras para poder ir al locutorio.
3 No son pocos los que practican la homosexualidad. En la calle sucede algo parecido a la cárcel. En estado de no embriaguez la situación está bajo control, más o menos, aunque no siempre son discretos por lo que respecta a su atracción al sexo opuesto. Cuando la ingesta de alcohol aumenta, crece también el deseo sexual –o se controla menos- y es entonces cuando, a falta de mujeres, empiezan a aflorar entre los pobres ciertas prácticas homosexuales primero con toqueteos y bromas picantes y finalmente en cajeros o saunas unos con otros.
4 No pasan hambre pero se pasan el día hablando de comida. En Barcelona nadie muere de hambre, lo que no quiere decir que todo el mundo pueda comer lo que quiere. A diferencia de nosotros, el pobre no tiene la suerte de poder elegir que come cada día en función de lo que le apetece. De hecho, hay comidas que nunca las prueban, y quizás nunca probarán. Es por eso que muchas veces se ponen a hablar de sus manjares favoritos, de lo que comieron ayer en el comedor, o de lo que les darán mañana para comer. Algunos sueñan con un buen plato de pasta, otros con unos suculentos canelones, otros con un filete de ternera grueso y jugoso…
5 En Barcelona hay pobres de 20 años. No suele ser lo más habitual pero ya sorprende con que haya un solo chaval de 19 años viviendo en la calle. Los hay de todos los colores, españoles rebotados con sus familias que se han ido a mal/vivir en casas ocupadas, naves abandonadas, o en tantos otros sitios. Mejicanos que vinieron aquí a por trabajo y lo han encontrado pero no es suficiente para pagarse un piso. E ingleses que casi podríamos decir que son homeless de profesión, pues se dedican a vagar por el mundo sin nada más que sus largas melenas, quizás algún perro, y a veces un patín.
6 Es más importante el amor que la comida. No importa lo que se da siempre que se haga con amor. Hay comedores fríos donde los sentimientos quedan aparcados en la puerta. El amor con el que los que allí trabajan sirven a los mendigos es el amor que reciben de vuelta, cero. Hay sin embargo otros comedores donde se habla con los mendigos, se les quiere, se les llama por su nombre, y se les cuida. Es en estos sitios donde los mendigos aprenden a amar y donde prefieren ir a comer, aunque la comida sea peor.
7 No puedes fiarte ni de la camiseta que llevas puesta. Me lo decía Maite, una mujer que lleva años en la calle y que sorprendentemente tiene la cabeza en su sitio. En la calle hay que ser muy precavido, cuanta menos gente sepa dónde duermes mejor. Las cosas de valor siempre pegadas al cuerpo –literalmente- ya sea con la goma de la ropa interior o en el calcetín, los bolsillos tardan muy poco en cortarlos y robarte lo que lleves dentro. Piensa que mucha de la gente que está en la calle lleva muchos más años que tú aquí y se las conoce todas, todas.
8 El que sabe cuidar su cajero puede tener café gratis por las mañanas. Algunos pobres hacen sus necesidades –mayores y menores- dentro de los cajeros. En tal caso los dueños cierran el cajero ipso facto  y ese pobre tendrá que buscarse otro lugar para poder descansar la próxima noche. Sin embargo, aquellos que se portan bien y dejan el cajero limpio por las mañanas más de una vez les ha despertado el jefe de la entidad que llegaba antes a trabajar y les traía un café caliente. Si algunos cargos de responsabilidad dentro de los bancos fuesen como algunos directores de las entidades bancarias seguro que habría menos pobres en las calles.
9 Sin la ayuda de la Administración todavía pasarían más pobreza material. Sin la ayuda de la iniciativa privada vivirían en un desierto espiritual.
Los comedores sociales, albergues y duchas públicas son necesarios pero no suficientes. En estos sitios los pobres suelen recibir un trato frio y distante, y lo que necesitan es amistad, no un salvador que les rescate de la miseria. Los amigos suelen encontrarlos en la iniciativa privada. Gente que les da lo más valioso, su tiempo. Gente que se entrega desinteresadamente a los pobres. Gente que escucha. Gente que comprende. Gente que acompaña. Un amigo es lo que necesita un pobre. Esta es la mejor forma de sacarlo, primero, de un desierto espiritual, y segundo, de la calle.
10 Es más fácil acabar en la calle que salir de ella.
En la calle hay gente de todas las clases. Ricos pobres altos y bajos. Cualquiera puede acabar tapándose con 4 cartones. A todos puede parecernos algo muy lejano pero cuando nos quedamos sin familia, perdemos el trabajo, y no podemos seguir pagando el piso, se convierte en una triste realidad. Podemos terminar en la calle por mil motivos, los caminos de vuelta a una vida normal no son tantos.



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